domingo, 8 de febrero de 2015

Macarons de París en La Paz

En una pequeña cafetería cerca de la rotonda de la calle 18 de Calacoto, en la zona Sur de la ciudad de La Paz, uno puede darse un original gustito parisino al saborear los productos de Macarons de París, la tienda donde la emprendedora Jimena Hevia y Vaca vende las golosinas que elabora "con mucho amor”.
Se trata del único lugar en la ciudad, donde quienes ya probaron estas galletas en Francia pueden remontar en sus recuerdos al degustar la delicia, y quienes no las conocían no sólo queden satisfechos sino también atrapados en un nuevo "vicio”. Porque los macarons que hace Jimena, más allá de ser aperitivos, quizás para un solo bocado, tienen el tamaño y sabor preciso como para dejar satisfechos a los clientes.
La experiencia de Macarons de París es un buen ejemplo de cómo capitalizar un hobby y los conocimientos adquiridos en oportunidades que no se vuelven a presentar en la vida.

Receta apta para La Paz
Hevia y Vaca comenzó con la venta de sus macarons a seis bolivianos por unidad hace siete meses y en poco tiempo pasó de elaborar unos 120 macarons por semana a un promedio de 250 semanales en la actualidad. Eso cuando no tiene contratos a pedido para fiestas y otros eventos que hacen que su producción fácilmente se triplique.
Pero antes de llegar a ese punto demoró varios meses en encontrar la receta justa para elaborar este alfajor francés en la ciudad de La Paz, cuya altura sobre el nivel del mar desanima a muchos cocineros a la hora de preparar platillos que demandan ciertas características climatológicas para la correcta cocción.
Para llegar a no sólo la preparación cabal, sino también a la venta de estas delicias francesas, Jimena demoró varios meses. En su paso por París, donde viven sus hijos, probó estas galletas de harina de almendra, crujientes por fuera, suaves y cremosas por dentro. El sabor la impactó tanto, que quiso aprender a hacerlas ella misma, y como desde siempre disfrutó mucho al realizar platillos deliciosos en la cocina, se propuso aprender muy bien la técnica.
Se inscribió a un curso en París, donde verdaderos expertos de la tradicional golosina francesa enseñaron los secretos de la preparación, desde la selección de las almendras, pasando por la molienda para obtener la harina, hasta los rellenos y la decoración. "Lo hice porque me enamoré de estos alfajores cuando estuve allá. Fue una casualidad, porque estábamos paseando con mis hijos y vi que una de las firmas que vende los implementos para la elaboración de macarons ofrecía un paquete completo y yo me compré, pensando en que los tenía que hacer”, cuenta Jimena.
Pero, al regresar a La Paz, tuvo que empezar casi de cero. "Los retos para mi emprendimiento fueron, uno, la altura y, dos, la fabricación de la harina de almendra. Fue un proceso de ir puliendo y no darme por vencida, fueron como cinco meses de adaptación de la receta a las condiciones de La Paz con la ayuda de mis hijos que viven allá, y no creer en lo que muchos pasteleros me decían: que hay muchas cosas que no se pueden hacer acá”, asegura la empresaria.
El reto de la altura


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