domingo, 25 de enero de 2015

Los ‘agachaos’, la zona más sabrosa de la urbe cruceña

Los ‘agachaos’ del Avión Pirata y el de Las Petillas están a pocas cuadras, unidos por la calle Chiquitos que corre paralela al primer anillo, en el sector noreste de la ciudad. En el modismo camba un agachao es un puesto de venta de comida con mesas y sillas instaladas en la acera, donde los comensales para evitar ser reconocidos, antiguamente agachaban la cabeza junto al plato y comían muy rápido.
La socióloga e historiadora Daniela Gaya Ábrego refirió a que los mercados al no poder satisfacer la demanda por el crecimiento de la ciudad y por el incremento de la población, se fueron conformando zonas tradicionales de venta de comida criolla dentro de Santa Cruz de la Sierra, como el Avión Pirata, el segundo anillo y las avenidas La Barranca y Guapay.

“En estos lugares se puede encontrar platos tradicionales como patasca, majao, picante de gallina y de lengua, rapi, cogote relleno, locro y queperí”, indicó Gaya.
“El sector del Avión Pirata es importante, debido a su tradición y a que fue una de las primeras zonas populares de la ciudad, por lo tanto se convirtió en el lugar ideal para la ubicación de los puestos de comida criolla al paso”, manifestó la socióloga.
Muy buscados
Los puestos de comida del Avión Pirata hace algunos años retrocedieron hasta la calle Tao de donde hace menos de un año las vendedoras fueron desalojadas por la Alcaldía, que construyó un nuevo local educativo, el República del Uruguay, por lo que cuatro de las cocineras debieron cruzarse a la acera de enfrente.
“Jamás la Alcaldía nos buscó para intentar reubicarnos, pese a que nosotras ofrecemos la verdadera comida típica cruceña”, dijo María Luisa Vargas, que ayuda a su suegra Marcela Roca, que junto con las hermanas Eloísa y Dorys Casupá atiende en la esquina de las calles Tao y Santiago Ortiz.

Cinco cuadras al sur, sobre la calle Chiquitos y a media cuadra del cementerio General, el agachao de Las Petillas tiene fama de ofrecer buena comida criolla como hace 40 años cuando fue establecido por María Pinto, la que al morir heredara a sus hijos Celia y Saúl Carrasco. “Es la tercera generación de la familia que atiende acá”, contó Érika Cuéllar

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