Con la final de la Champions League y el Mundial a la vuelta de la esquina, la fiebre del fútbol ya se empieza a sentir... Y como un importante porcentaje de la población busca un lugar cómodo para ver los partidos, y compartir un buen plato con los amigos, Los Hierros ha decidido potenciar las picañas de carne, de pollo, con chorizo y mixtas, que se convierten en tentadoras opciones para saborear entre dos o tres personas.
Otros agradables bocados para los amantes de la siempre fantástica combinación fútbol-buena comida están las tablitas de queso y fiambres que vienen acompañadas de ensalada. Y si el futbolero quiere, puede elegir acompañarlo con aros de cebolla o papas fritas.
Los sándwiches son otros de los atractivos de Los Hierros. Sugerencias, claro, el de lomito migñon, el de cerdo y el de pollo al grill. Por si fuera poco, y para terminar de tentarte, la cerveza la ofrecen en baldes completando así el estilo futbolero.
La cita está garantizada, porque el bar del restaurante tiene cinco televisores HD para disfrutar de los partidos y está equipado con un excelente sonido, brindando una linda experiencia.
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ÉL SABE
BRASCÓ, UN ÍCONO GASTRONÓMICO
Ramón Freixa - www.ramonfreixa.com
Hace pocos días falleció en Argentina el abogado, escritor y pionero de la crítica gastronómica en su país, el gran bon vivant Miguel Brascó. Este personaje dejó muchas enseñanzas, sobre todo referentes al vino, una de sus más grandes pasiones. Compartiré parte de sus frases más destacadas, muy útiles al momento de compartir una copa.
Brascó era lo que predicaba, hablaba de comida y cocinaba, bebía vino pero nunca se emborrachaba y así lo dejó escrito: “El vino no emborracha en la medida en que se lo tome como corresponde. El buen bebedor nunca se vuelve mamerto. El secreto pasa por la combinación entre lo que se toma y lo que se come, entonces el disfrute gastronómico se torna perfecto”.
Brascó era tan irreverente que para que el público le entendiera hablaba y escribía llano, claro y conciso, con opiniones categóricas, certeras y transgresoras, tanto así que proclamó que “Para tomar vino no hay que saber nada” o que “El vino no se habla, el vino se toma. Es un elemento de la mesa, no para degustar”.
No tenía dogmas y sin pretenderlo marcaba criterios, sencillas maneras de saber del aforismo popular: “No hay que dejarse impresionar por lo que dice la gente acerca del vino. Nadie sabe nada. El mejor vino es el que más le gusta a uno”, así era y así será para siempre el gran Miguel Brascó
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