Durante el desfile del 33 aniversario de la urbe alteña los ciudadanos aprovecharon un lapso de tiempo, mientras esperaban el recorrido de su institución, para mitigar el hambre con los platillos que ofrecían cientos de vendedoras de chicharrón de pollo y de cerdo, sopitas de todo tipo, pescados, silpanchos, hasta parrilladas, el cliente tenía una gran variedad de comidas.
Las costumbres de muchas personas salen a relucir en estos eventos, todos pueden sentarse a comer algo, la tentación es apoyada por los olores de alimentos fritos que actúan como la más convincente e infalible publicidad diseminada por el ambiente de las calles.
Casi nadie se libra de adquirir un plato y degustar junto a la infaltable llajua, mientras más picante mejor, para luego rematar con un refresco, mejor hervido, las gaseosas también tienen su lugar en la preferencia de los comensales alteños.
EL DIARIO presenta imágenes que muestran la actividad de los habitantes alteños.
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