sábado, 24 de octubre de 2015

Luna de plata, 25 años del primer pub



A fines de la década de los 80, las principales ciudades bolivianas, tras la recuperación y apuntalamiento de la democracia, empezaron a ser testigos del crecimiento de las agrupaciones musicales, de grupos de poetas, pintores y actores bohemios, que buscaban nuevos escenarios para exhibir lo que sabían hacer.

Pero la oferta de reductos para el arte no iba paralela a la demanda. Entonces, un visionario llamado Julio Márquez se animó a habilitar en un edificio republicano de la calle Murillo esquina Oruro, que había pertenecido a su familia por décadas, un espacio donde los amigos artistas tuvieran un lugar de encuentro. Corría 1988 y bautizó al lugar como La Cueva, pero pese a los esfuerzos por inyectarle actividad, el sitio empezó a caracterizarse por su intermitencia. Como una forma de hacer más atractivo al local, Márquez invitó a su amiga Martha Cárdenas a que traslade su negocio de venta de discos de la Galería Litoral de El Prado a su sede. Una vez instalada, la cosa mejoró pero nunca lo suficiente como para terminar de convencer a su impulsor, quien ya venía pensando la posibilidad de cerrar por siempre el boliche. Pero Cárdenas veía en el lugar un gran potencial y decididamente propuso a su dueño que le transfiera la administración del mismo, a lo que Márquez aceptó gustoso pues se sacaba un peso de encima. Corría medio año de los 90 y el primer pub de Bolivia —el cual aún se mantiene en pie y acaba de cumplir sus bodas de plata— empezaba a tomar forma bajo esas gruesas paredes de adobe.

La nueva propietaria debía rebautizar al lugar y tras meditarlo por algunas noches, se inclinó por el nombre-marca La Luna. ¿Por qué? “Porque es una buena compañera de los bohemios, sale y brilla al comenzar la noche”. De esta manera quedó fundado el reducto que de ahí en más empezó a convocar a las diversas tribus urbanas, que ven en el arte el caño de escape para su sosiego. “Empezamos con música en vivo, no todos los grupos podían acceder a la agenda de los teatros municipales y La Luna comenzó a ser una alternativa”, señala Cárdenas. De aquellos primeros meses de funcionamiento son recordados los conciertos con grupos como Wara, Altiplano, Dies Irae, XXX, Khonlaya, Clímax, Cuerpo y Alma y la Drago Blues Band, entre otros. “Inauguramos con XXX, que eran los ex Metalmorfosis más el cantante Mauricio Tórrez, fue el 15 de julio de 1990”. Aquella fecha fue cubierta por varios medios que vieron en la presentación de XXX el nacimiento de un nuevo y gran proyecto de rock. Casi en paralelo también empezaron las presentaciones de teatro. Marta Monzón era en los 90 una de las recién llegadas a La Paz desde su natal Argentina, con la idea de renovar el arte de las tablas en la urbe. “Ella también presentó sus obras aquí cuando era prácticamente una desconocida. Es increíble cómo ha crecido al punto de convertirse en un referente del teatro”, dice Cárdenas.

El éxito de este primer pub de la ciudad empezó a ser imitado por otros empresarios. Así vieron la noche El Socavón, Caras y Caretas, Pánico, Ganímedes, Equinoccio. Pero ninguno tan bohemio como el ambiente que contenía aquella “casa pesada” situada en el límite entre el centro y un barrio de profundo arraigo popular como San Pedro. “Esta es una casa de 1910, por aquel entonces era un depósito de la mercadería que llegaba al mercado Rodríguez”, cuenta Cárdenas. “Muchos de mis amigos me han dicho que han visto a personas sentarse a su lado y que luego desaparecen (ríe), el día de la inauguración por ejemplo, Mauricio Tórrez dijo que había sentido que alguien lo perseguía (ríe). Yo personalmente nunca he visto nada, sí he escuchado pasos, pero nada de fantasmas”.

El ambiente de La Luna también fue propicio para la filmación de películas. Una de ellas fue La calle de los poetas (Diego Torres) de 1999, que encontró en aquel ambiente la locación exacta para reflejar la bohemia paceña. “Aquí venían todos pues, César Junaro, Zulma Yugar, Víctor Hugo Viscarra”. En todo caso, la lista no solo incluye a intelectuales de las ramas artísticas, pues también visitaron el lugar personalidades de la política como Alberto Chito Valle. Pero no todo fue positivo en la biografía del pub. Hace algunas semanas, el local sufrió el robo de todos sus equipos. “Ya nos ha pasado, lo bueno de esto es que un grupo de amigos músicos nos ha colaborado para recaudar fondos, de esa manera hemos repuesto los equipos e instrumentos que nos robaron”, señala la propietaria del lugar.

“Ha pasado mucha historia por aquí y después de 25 años no me queda más que decir que esta es mi casa y la de los artistas bohemios, de aquí y del exterior”, reflexiona Cárdenas. Con motivo de estas bodas de plata refaccionó el lugar tratando de devolverle su originalidad y una mejor acústica para las presentaciones de los grupos en vivo. La dueña atiende personalmente a sus visitas nacionales, europeas, argentinas, israelíes, mayoritariamente, de martes a sábado y les ofrece por sobre todo tragos con sello local, como el licor de coca y de quinua. Enciende las luces del boliche cerca de las 20.00. Cuando el satélite lunar brilla dando pie a un nuevo anochecer.

El origen de los pubs

Un pub (abreviación de public house, que en español significa “casa pública”) es un establecimiento donde se sirven bebidas alcohólicas, no alcohólicas y refrigerios. Su origen se remonta a la llegada de los conquistadores romanos a Gran Bretaña, cuando aparecieron las primeras posadas donde los viajeros obtenían refrigerios, cobijo y descanso. Con la caída del Imperio romano, estas casas dieron lugar al concepto del pub moderno y fue en el año 965 cuando el rey Edgar reguló el negocio decretando un máximo de un pub por población.

A finales del siglo XVIII, se añadió un salón más a los pubs ingleses: The Function Room (Sala de Funciones). Muchos de estos establecimientos contaban con espectáculos de entretenimiento de distintos tipos como bandas de música, juegos y deportes. El local Balls Pond Road, en el distrito londinense de Islington, tenía en su parte trasera un pequeño lago con patos a los que sus clientes podían disparar a cambio de un módico precio.




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