lunes, 21 de octubre de 2013

Marka Tambo conserva las características de los shows de antaño; el lugar es para el disfrute del folklore y la música latinoamericana



Entre las coloniales viviendas de la tradicional calle Jaén, una parada casi obligada es la peña folklórica Marka Tambo, de las pocas que sobreviven al tiempo en La Paz y donde microconciertos y espectáculos de baile deleitan a propios y extraños. La estrella de la noche es el músico José Eduardo Murillo Mendizábal, el afamado Pepe Murillo.

“Son más de 30 años de esta peña y aún sobreviviendo, aunque es difícil, pero le ponemos cariño. Aquí comencé mis primeras actuaciones con los Caminantes, cuando el local pertenecía a la familia González”, recuerda Pepe, quien hace diez años lleva el timón de este lugar que mantiene todas las características de una peña de antaño: una serie de presentaciones cortas y en las que el público puede interactuar.

“La idea es que el artista exprese lo que siente, como en un teatro, y que la gente lo escuche, cante, se divierta, coma o tome una bebida típica. El turista es igual de importante y esperamos que asimile el espectáculo en toda su dimensión”, afirma.

Vestido con smoking negro y con fajín de aguayo, Pepe Murillo, de 71 años, luce vigoroso y demuestra toda su energía en el escenario, donde además de interpretar canciones —acompañado del conjunto Los Bolivianos— hace del charango una extensión de su cuerpo por la pericia con que consigue arrancarle cada nota.

El aguayo va más allá de la vestimenta del músico, es algo esencial en la estética de Marka Tambo, donde las mesas cubiertas con este tipo de tejido hacen del sitio un lugar especial, con identidad propia, la cual se transmite a los visitantes.

“Soy un potosino bien paceño porque si bien nací en esa maravillosa tierra, mis padres son de La Paz y vivo aquí desde que tenía cuatro años”, dice el charanguista.

Son las diez de la noche y Marka Tambo ya está lleno. La gente dispuesta a disfrutar del espectáculo folklórico y de música latinoamericana. El ambiente tiene un plus, es un sitio libre de humo, donde el tabaco está prohibido a favor de un ambiente sano para los espectadores, trabajadores y artistas que convergen cada noche.

Y las horas van pasando entre música, copas, deliciosos platillos —tanto nacionales como internacionales— y bailes. A la medianoche, en punto, Pepe Murillo toma el escenario con su potente voz y su charango. Un aspecto caracteriza su presentación: a él le gusta que los visitantes se sientan entre amigos, como en casa, y lo maneja muy bien. Saluda, pregunta de dónde vienen los invitados y las voces se dejan oír:

“Tarija”, “Santa Cruz”, “Sucre”, “Cochabamba”, “Colombia”, “EEUU”, “El Salvador”, “Bélgica”. “La idea de una peña no es subir al escenario y esperar a que el público te aplauda religiosamente, se trata de interactuar con él para que no haya una distancia entre las personas”, explica.

Son las dos de la madrugada. El espectáculo llega a su fin, hubo aplausos, risas y baile. Los ocasionales visitantes de seguro se llevarán de recuerdo la presentación de Pepe y aquella canción que habla de las dos tierras de sus amores.


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