lunes, 5 de junio de 2017

Eclipse de Sol y Luna



A los pocos minutos de que empieza la entrevista, el periodista ve una figura blanquecina, borrosa y delgada que pasa por su lado, entre el sillón de cuero negro donde está sentado y la mesa de billar. Antes que ponerse nervioso, Michael Velasco, gerente del restaurante, informa con naturalidad que se trata del querido Juan, uno de los tantos atractivos del café restaurante Sol & Luna, un espacio ubicado en el centro paceño y que este año cumple su 15 aniversario. El lugar que antes era un taller donde arreglaban santos de yeso y después una tienda de equipos de seguridad para trabajo, ahora es un rincón apacible donde se puede charlar a gusto en torno a una mesa rústica, jugar pool en la mesa de billar o comer una de sus especialidades.

Este “eclipse” comenzó con un holandés que tenía el espíritu de viajero. Cuando cumplió sus 25 años, Rick de Rave hizo realidad uno de sus mayores anhelos: recorrer el mundo. A esa edad se le presentó la oportunidad de visitar algunos países de África, a los que siguieron India y Nepal, en el continente asiático. En esa etapa de su vida, cuando quería conocer más, tuvo la dicha de ser elegido para cruzar el océano Atlántico, con el objetivo de entregar, junto con un amigo, un camión bombero en Surinam, antigua colonia holandesa. Esta situación fue aprovechada por ambos para visitar Brasil, Venezuela, Colombia y Ecuador, donde los planes y los caminos de ambos se separaron. Rick decidió, entonces, comprar una mochila amplia para continuar su viaje por Sudamérica, primero por Perú, después Bolivia, Chile y Argentina, en un plan que contemplaba llegar a la Patagonia. Cuando todo estaba listo, un compañero australiano le invitó a trabajar en Copacabana, a orillas del lago Titicaca, en un bar del hotel Gloria.

Entonces, inspirados en las islas que embellecen el extenso espacio de agua, ambos bautizaron el emprendimiento Sol & Luna, en 1999, cuando finalizaba el milenio y empezaba otro. Tras dos años de muchas experiencias, el amigo retornó a su país, mientras que Rick decidió forjarse una nueva historia; le gustaba Copacabana, pero después de un tiempo sintió que era muy pequeño para lo que buscaba. Fue así como se trasladó al centro de la ciudad de La Paz.

En su búsqueda, el holandés encontró unos ambientes entre la calle Murillo y Cochabamba, donde por mucho tiempo arreglaban santos de yeso, y que después se convirtió en una tienda exclusiva de ropa de seguridad industrial. Este lado de la ciudad, que en la época colonial era exclusivo para los indios, desde hace un tiempo es la zona preferida por los turistas extranjeros, por lo que era ideal para presentar una nueva propuesta de licores y comida de los Países Bajos. De esa manera, en 2002, Rick abrió el bar Sol & Luna, el mismo nombre con el que regentaba en Copacabana.

En la primera etapa atendía solo por las noches, pero después de un tiempo abrió la cocina y atendió desde el mediodía, cuando por entonces Rick vivía en la parte superior del local junto a su familia. “Dicen que hay fantasmas, no conocía su nombre, pero nunca lo he visto”, afirma sentado en un taburete de la barra, donde están a punto de preparar un flaming lamborghini, un trago hecho con curazao y que es servido en una especie de torre de vasos.

Las velas y la luz tenue brindan una sensación de intimidad, mientras que la música tiene el ritmo y el volumen ideales para compartir una agradable charla, con clientes que no sospechan que esta infraestructura ha sido testigo de varias historias. De acuerdo con el relato de Michael, durante la dictadura de Hugo Banzer, una de las habitaciones del sótano fue utilizada para encerrar a estudiantes universitarios que estaban en contra del régimen. El triste final fue que al menos tres jóvenes fueron acribillados y enterrados en la misma casa. Se dice que luego de un tiempo los cadáveres fueron exhumados y finalmente llevados a una fosa común.

Tal vez a ese hecho o a la historia que tiene esta infraestructura se deba la presencia de Juan, un ente que se aparece por los rincones del restaurante. “A veces dejamos todo apagado y limpio, pero de repente aparece una silla recorrida con un vaso de cerveza vacío”, relata Michael, quien además asegura que el fantasma es amigable, protector y celoso del Sol & Luna. Cristina Gerónimo —esposa de Rick— corrobora la presencia de Juan, ya que escuchó que se abrían las puertas o que alguien subía las gradas; pero solo es un atractivo y un motivo para dialogar con el equipo del restaurante, que organiza su día especial el 27 de abril, cuando Sol & Luna celebra el Día del Rey, fecha en que se festeja el cumpleaños del rey Guillermo Alejandro, con gente que se viste de anaranjado y disfruta de las propuestas gastronómicas neerlandesas.

La fama y buena atención del restaurante le ha valido para que haya estado varios años entre los 10 mejores sitios de TripAdvisor, el sitio web de viajes más grande del mundo, con comida que en un principio estaba especializada en el sabor europeo y que ahora tiene propuestas bolivianas, siempre con el toque holandés.

Ya sea una bitterballen (bolitas de carne acompañado con vino blanco) u otra especialidad europea, Michael reconoce que el platillo que tiene más éxito entre los clientes nacionales y, en especial, extranjeros es el pique macho, como parte de una carta de 45 propuestas.

En cuanto a las bebidas, hay 46 tipos de cerveza, además de licores especiales, como el flaming lamborghini, un trago que impresiona porque es una escalera de vasos donde baja un líquido flameante. “Lo hice crecer, hice todo aquí, es mi bebecito”, manifiesta Rick, quien también es parte —con fantasmas, buena comida y bebida— de los atractivos de este negocio que empezó como un eclipse de sol y luna.





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