sábado, 4 de marzo de 2017

Ananay, un oasis en El Alto



Aquel día, la llamada le llegó de manera inesperada. Elizabeth Canasa contestó y una voz muy varonil le dijo que le hablaba en nombre del cineasta Paolo Agazzi. El ítalo-boliviano estaba interesado en filmar algunas escenas de su nueva producción, Sigo siendo el rey, en sus ambientes del sauna-piscina Laguna Ananay, del cual ella y su esposo, Natalio Choquehuanca, son propietarios. Con esa novedad, los dueños inflaron el pecho y se llenaron de orgullo; jamás pensaron que su empresa pasaría a ser una de las locaciones de una realización audiovisual.

El calendario marcaba el 2000 cuando surgió la idea de invertir en la construcción de un sauna-piscina en la zona de Ciudad Satélite, El Alto. Pero diversos factores fueron retrasando la obra, hasta que finalmente en junio de 2008 comenzaron la edificación de una de las piscinas más grandes de esa urbe, según explica su propietario, pues se erigió sobre un terreno de 700 metros cuadrados. Durante su construcción, que duró dos años, ningún detalle debía ser improvisado; por ello su arquitecto lo diseñó según las expectativas y deseos del cliente, de sentirse cómodo y seguro en su estructura, rodeado de agua, humedad, calor y naturaleza. “En mi anterior trabajo, los empleados teníamos ingreso libre a un sauna, me gustó tanto que iba con mi familia a todos los que podía, entonces me nació la idea de tener uno propio”, cuenta Choquehuanca, quien junto a Canasa son auditores de profesión pero ahora se dedican a administrar su negocio.

Es viernes, el sol quema la piel y el viento congela el rostro, como es característico en esta ciudad. Pero todo ello se extingue apenas uno ingresa a Ananay, y como un choque de temperatura, el frío se disipa y el calor asciende a unos 30 grados centígrados. Es como llegar a un oasis donde hay agua celestial y vegetación, que fue exclusivamente tratada por un jardinero.

Ya de lejos se aprecia —porque las puertas son de vidrio— una piscina totalmente cristalina y a decenas de peces humanos dentro que se regocijan, juegan y chapotean en sus aguas. A esto se suma la compañía de más de 10 tipos de plantas que crecen, un piso más arriba, como las buganvillas y costillas de Adán, entre otras.

“Ananay”, así le decía Cristian, de dos años, a su hermano Bryan, de meses —dos de los tres hijos de los propietarios—, pues le era difícil llamarlo por su nombre, frase que inspiró a los dueños para bautizar el negocio. “Entonces nos prometimos que si alguna vez emprendíamos algo, llevaría ese nombre, y así fue”, dice el esposo. Hoy sus hijos pasan la edad de la adolescencia. Tan querida es esa palabra que también fue usada para nombrar sus otros negocios, como salones de fiestas que alquilan en la urbe paceña.

En diciembre de 2010 finalmente abrieron sus puertas gratuitamente al público. “A través de volantes repartidos llegaron estudiantes de un colegio y varios vecinos”, cuenta la esposa. La bienvenida fue acompañada de refrigerios, y la salida, con un “vuelva pronto”. “Nuestro primer cliente fue una señora y sus cinco hijos, quienes disfrutaron su jornada. Luego poco a poco nos hicimos conocer, y gracias a Dios tuvimos una gran aceptación. Actualmente creo que estamos en nuestro auge y somos felices de habernos arriesgado por cumplir nuestros sueños”, expresa sonriente Canasa.

Ante el calor, 250 metros cuadrados de solo agua —cuya altura asciende de 1,20 a 1,70 metros— invitan a darse un refrescante chapuzón. Animales marinos, como peces de colores, tortugas y estrellas de mar, junto a un mural que muestra un paisaje, todo dentro de un domo, son los fieles testigos de las travesuras de los clientes. Cada decoración fue trabajada con cerámica, pieza por pieza, para darle forma y color a las imágenes. La esposa asegura que de miércoles a viernes atienden al menos a 100 personas, y días no hábiles y feriados hasta 500. En cada ambiente, los cuidados y advertencias son señalados con banners, carteles y avisos pegados en puertas y paredes. En éstos también se explica cómo evitar el derroche del agua, y los beneficios del nado y el sauna, como así también la importancia de la higiene. Asimismo hay anuncios para la seguridad, como la prohibición de dormir y correr dentro del negocio, o que los niños menores de 12 deben estar bajo supervisión de un adulto, aunque tengan salvavidas en casos de auxilio.

Todo el primer piso está destinado a la piscina y la recepción, casilleros, vestidores y algunas duchas, y en la segunda planta se ubican otras duchas, los dos vaporarios y 12 saunas privados familiares. Cámaras de seguridad monitoreadas brindan seguridad a los clientes, quienes también cuentan con un seguro contra accidentes. Y luego de quemar calorías los líquidos esperan por uno en el snack; para los que son más golosos también se ofrecen salchipapas, refrescos, hamburguesas, helados y otros alimentos. “(Agazzi) ha hecho como tres a cuatro escenas, le encantó el sauna. Una escena se filmó con dos señoras en el sauna seco, otra en la piscina y otra cuando estacionan su vehículo e ingresan al negocio”, narra la mujer. La familia se enfocará en un futuro a abrir otra piscina, “pero esta vez no será para el entretenimiento, sino para dar terapias de rehabilitación a gente que sufrió accidentes”, dice Canasa.






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