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sábado, 4 de marzo de 2017
El rincón del tío Paz Ubicada a 10 minutos de Machacamarca
A 10 minutos del centro de Machacamarca, en un descampado que parece no tener más vida que algo de paja brava, Paz Gutiérrez estaba sentado en el suelo que, años después, iba a transformarse en una especie de mina de oro. En aquel momento estaba pasando por un momento difícil y cavilaba sobre su futuro, hasta que de repente se le apareció una persona de baja estatura vestida con un traje azul, quien le preguntó por qué estaba preocupado. Cuando le contó lo que le ocurría, este ser extraño le anunció que, dentro de poco tiempo, todo ese terreno iba a ser suyo. Era 1980 y al maestro rural no se le pasaba por la cabeza que ese terreno iba a convertirse en un próspero criadero de truchas, donde además se puede disfrutar de un parque ecoturístico, conocido como Tío Paz.
Este amplio lugar no tiene nada de agreste, sino que es un remanso donde se puede disfrutar, por ejemplo, de una laguna donde se navega en botes, un espacio amplio para jugar al aire libre y un par de pozas donde nadan cientos de truchas. El municipio de Machacamarca —ubicado a 45 minutos de Oruro— tiene varios atractivos para visitar, como el Museo Ferroviario. Y en cuanto a la gastronomía, un lugar donde pasar una buena estadía es el Parque Ecoturístico Acuícola Tío Paz.
“Si usted se fija, no hay casas alrededor, porque todos tenían miedo a este lugar”, comenta Paz cuando recorre su propiedad, que se diferencia por tres construcciones cilíndricas, las pozas y las cercas hechas de madera delgada.
El temor de acercarse de noche se debía a que en el terreno había restos óseos, por lo que “apenas entraba el sol, nosotros teníamos que salir del lugar”. En las memorias de Paz permanece un recuerdo de sus nueve años, cuando una tarde escapó uno de los burros del corral. En su búsqueda llegó a eso de las 19.00 a los terrenos encantados, donde escuchó el llanto de un bebé. Si bien se alejaba, parecía que el sollozo se mantenía cerca, por lo que aprovechó su juventud para correr lo más que pudo para regresar a su casa. Ahora Paz asegura que puede caminar de noche sin ningún problema, “porque soy el dueño”, antes de dejar escapar una risa que mientras dura se apodera del parque.
Después de dejar el magisterio, Paz empleó su propiedad para sembrar quinua, hasta que se enteró que el gobierno departamental de Oruro estaba llevando a cabo un proyecto para la cría de truchas. “Ingeniero, quiero criar truchas”, le dijo a un funcionario, quien le respondió que su plan no iba a funcionar porque en Machacamarca no había una laguna donde pudieran crecer los peces. El maestro insistió varias semanas, hasta que por fin le dieron 100 peces, que después se multiplicaron hasta llegar a 15.000.
Los técnicos que ayudaron a Paz en la cría de peces organizaron un encuentro de confraternidad en el terreno machacamarqueño y consumieron aproximadamente 300 platos de trucha criolla, a partir de lo cual abrió su restaurante, donde se ofrece pampaku, pique macho, charke de llama o una trucha que el comensal puede elegir en una poza que, después de ser el lugar que evitaba la gente, se ha convertido en el parque encantador del Tío Paz.
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